(...) Para un niño que albergaba serias dudas sobre la coherencia y la legitimidad de los supuestos adultos, pero que no se atrevía a rebelarse contra su arbitraria —por no decir tiránica— autoridad, Guillermo Brown se convertiría en el primer héroe de una tríada capitolina completada por Alicia y la pequeña Lulú (a la que también descubrí gracias a Adela, mi encantadora —en ambos sentidos del término— amiga de diez años). Porque Guillermo no se limitaba a protagonizar audaces «travesuras» que yo no me habría atrevido ni a imaginar (...)
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Luego hicieron una serie en TV basada en estos libros que no me gustó nada.
Recuerdo reirme solo, leyendo sus aventuras, y mis hermanos riéndose de mi risa.