Yo sentí que era el Pijoaparte antes de leerlo. Imaginen ustedes: una ciudad mediterránea, con su hedonismo y sus contradicciones. El Pijoaparte que fui yo, que antes fue Sabino Méndez y antes Marsé, iba y venía por los desmontes, con una moto y oliendo a gato montés. Veíamos cómo levantábamos un rubor de incomodidad en las reuniones burguesas, quizá porque Dios nos llamó por el discreto encanto de la rebeldía. Más tarde, con la novela sobre mi rubia burguesita ya publicada...
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Después del golpe de Estado yo quise ir a reconocerme en aquella Barcelona que conocía sin lecturas. Dormí con pulgas en una pensión del Paseo de Gracia y sólo quise ir al Carmelo. Y el Carmelo no decepcionaba sino que era tal y como lo contaba Marsé. Por el Carmelo hay palmeras secuestradas, un ascensor panorámico desde el que se ve Mallorca en los días claros y un revoltijo de cuestas asfxiantes...
Marsė es el mejor escritor catalán del s. XX y tú, en vez de festejarlo, te regodea en la nostalgia del franquismo. Comprendo que eches de menos los años del gran defensor de los privilegios de la burguesía catalana pero podrías ponerte de parte de los ciudadanos de a pie, alguna vez.