A menudo se confirma que el pasado resulta inmejorable. Una canción que re-suena, un viaje a los pueblos de antaño, ahora abandonados, una muerte inesperada –o, mejor dicho, una vida tan oculta que se inventó prefijos inverosímiles para lo mortal, –lo verosímil, eso es, la única verdad entre tanto bombardeo de ficción, entre tanta vida como espectáculo, que dijera Debord. Pero algunas cosas quedan todavía para situarnos en el centro de una verdad sin anexos ni cursivas.