Uno puede quitarse años yendo al gimnasio o pasando por el quirófano. O uno puede ir a lo grande, como acaba de hacer Emile Ratelband, un holandés que ha llevado a los tribunales de la ciudad de Arnhem una petición para cambiar su edad legal para que ponga que tiene 20 años menos.
El lifting judicial: “soy un Dios de la juventud”, ha declarado este hombre que, según su DNI, es un anciano. Ahora quiere que el Estado borre el 1949 de su nacimiento para que ponga 1969. Para empezar, su primera preocupación es que le discriminan en Tinder. En sus palabras “cuando estoy en la app y digo que tengo 69 años no recibo ni una respuesta. Cuando tengo 49, con la cara que tengo, voy a estar en una posición genial”

Componentes del GREIM de la Guardia Civil de Potes han rescatado, un hombre de 82 años de edad, vecino de León, en la Vía Ferrata del Desfiladero de la Hermida. Según relata la Guardia Civil, a las siete de la mañana del sábado este hombre se dirigió a la Hermida con la intención de cruzar la Vía Ferrata, recorrido que inició a las 9.00 horas. Una vez en ruta se encontró con un grupo de montañeros que le pidieron el número de teléfono, con el fin de asegurarse de que esta persona, que estaba sola, no tuviera ningún percance.

26 años llevaba Mariah Carey tratando de conseguir esta hazaña y, por fin, se ha salido con la suya: Mariah Carey es número uno el el complejo mercado musical del Reino Unido con el Last Christmas de Wham! pisándole los talones.

Seguro que sí. “Hola, me llamo Yael y tengo 10 años”. Tal vez no llegó a ser tan, tan conocido como el “Hola, soy Edu. Feliz Navidad”, pero poquito le faltó. (Por cierto, ¿qué fue de Edu?)

A mediados de los años setenta, un producto inusual irrumpió en escena, captando la atención de millones de personas en todo Estados Unidos.
La Pet Rock, una simple piedra con ojos saltones pegados y metida en una caja de cartón con un lecho de paja, se convirtió en una sensación instantánea y en un fenómeno cultural. A pesar de sus humildes orígenes, la Pet Rock se convirtió en un símbolo del absurdo y los excesos de la época, así como en un testimonio del poder del marketing inteligente y la naturaleza voluble de la cultura popular.