Cada vez que alguien sale con la ocurrencia de convertir el Valle de los Caídos en un monumento de paz y de concordia, me viene a la cabeza un cuento de Eduardo Galeano; "La desmemoria". En su cuento, el escritor rememora el día en que visitó Chicago, una ciudad que observa llena de fábricas y llena de obreros. Cuenta que al llegar al barrio de Haymarket pidió a sus amigos que le mostraran "el lugar donde fueron ahorcados, en 1886, aquellos obreros que el mundo entero saluda cada primero de mayo". –Ha de ser por aquí–me dicen. Pero nadie sabe"
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Ese monumento de esclavización y barbarie debiera ser demolido.
Seria la mejor manera de reivindicar a todo el mundo.
Un montón de escombros con los restos humanos debajo que simbolice lo que de verdad sucedió en la España de la época.
Siempre suelo decir, medio en serio medio en broma, que en vez de cambiar el nombre a las calles deberían poner una plaquita con los hechos del homenajeado en cuestión, y que los vecinos, una vez informados, decidan si le quieren seguir teniendo ahí o no.
Del artículo: "habría que colocar, en el Valle de los Caídos, una placa que dijera: Esto es un documento de barbarie."