Desde 1936 hasta la detención de Manuel y Antonio, la represión se cebó con Maruxa y Coralia. Los golpistas querían saber dónde se ocultaban los tres hermanos. Les raparon el pelo, las desnudaban en público, las golpeaban, las insultaban —“roxas”, “putas”…—, tiraban sus muebles a la calle, irrumpían en su domicilio de madrugada para nuevos interrogatorios… Las señalaron y nadie más volvió a hacer encargos a su taller de costura. Del hambre, se les notan los huesos de la cara, están escuálidas.
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Lo que se enseña se recuerda, de lo que no se habla se olvida.
Esa es la pretensión de algunos.
La historia no hay que recuperarla, la historia es historia y esta donde esta.
Lo que no hay que consentir es que nos falseen la historia y se de a conocer, no que enseñen su historia; hay que enseñar la historia.