Un estudio publicado en la revista Water Resources Management y liderado por el CSIC ha analizado las consecuencias sociales, económicas y ambientales de la agricultura de invernadero en las zonas áridas, tomando Almería como modelo. Es un agronegocio dependiente de recursos externos (energía, fertilizantes, mano de obra, capital) que lo sitúa en una posición de necesitar cada vez inversiones mayores. Además de poner el foco en los productores, incluye toda la cadena de producción y la búsqueda de los consumidores de comprar al precio más bajo.
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Han tenido que venir 2 campañas malas para que el precio se recupere (contando la inflación) y se recojan todas las que haya.
Ah, espera... la de la plaza
Evidentemente la producción es mucho menor que si los riegan. Otra cosa es que sea sostenible andar regando un árbol que no se ha regado durante milenios sólo para después decir que no hay agua suficiente.
“Nuestro estudio, que toma como ejemplo la agricultura de invernadero de Almería, muestra que el peaje social y ambiental de un desarrollo tan rápido como desordenado (sobre todo en su primera fase) puede convertir el milagro en un hecho efímero”, señala Martínez Valderrama. “El paulatino agotamiento de los recursos hídricos, su degradación, la pérdida de biodiversidad y la contaminación por plásticos, son la cara menos amable de un negocio que busca propulsarse con inversiones cada vez mayores”, añade el investigador. “Esto genera deudas y desigualdades sociales, que a su vez llevan a la intensificación de un modelo de producción que busca bajar los costes de producción a toda costa. El resultado es un agronegocio dependiente de recursos externos (energía, fertilizantes, mano de obra, capital) que lo sitúa en una posición de creciente dependencia y vulnerabilidad”, explica Martínez Valderrama.
Muchos ciudades e instalaciones agrícolas usan agua de prestado, usan acuíferos. Y algún día se acabará esa agua. Y alguien tendrá que decir basta a exportar y a esta agricultura, porque sin agua no se puede vivir.