"Una mañana, cuando salí a dar de comer a mis conejos, me sorprendió ver que la puerta de la conejera estaba abierta", me explica Elfriede, "miré adentro y vi que estaba Rocco estirado. Le faltaba la cabeza. Más tarde me encontré con Felina entre los arbustos. También la habían matado. No entiendo por qué". En la comisaría de policía, el agente Volker Schuette me muestra fotografías de las mascotas decapitadas. Son asesinatos que siguen un patrón espantoso.