El vicio de manifestarse tiene mucho que ver con el tic, tan totalitario, de creer que reivindicas con más fuerza tus derechos cuando conculcas los de los demás. No hay reivindicación, por justa y necesaria que sea, que justifique cortar una calle y lesionar de este modo los derechos y los intereses de quien puede tener prisa para llegar al aeropuerto o al médico, o donde le dé la gana. Cualquier manifestación es una coacción y un chantaje. Como cualquier huelga. Tenemos que confiar en la democracia y estar a su altura.