Bíblicamente el diablo fue la separación, el diablo era la alienación, la división del género humano, por razas, por clases, por religiones, por las mil lenguas de Babel. Pero la separación ya no es una maldición bíblica, por fin algo hemos aprendido. Ahora sabemos que esta separación no es natural, derivada de un pecado original, sino que hoy día se deriva de una forma de hacer política, de dividirnos en particularismos, para que algunos pocos sigan con sus negocios, con sus pingües beneficios.