El cetro fue encontrado en una tumba y mide 39 centímetros de largo. El mango está formado por dos trozos de hueso pegados entre sí. La conexión entre la cabeza y el mango del cetro está elaborada con mucha precisión. Visto por un lado parece el pico de un águila, pero por el otro el antiguo artesano ha tallado una imagen antropomorfa en la que el pico parece un sombrero.

Heródoto, el historiador griego del siglo V a.C., describió en sus escritos varias costumbres de los escitas, un pueblo nómada que habitó la estepa euroasiática entre los siglos VIII y IV a.C., como que bebían la sangre de sus enemigos y utilizaban cabelleras humanas como trofeos. Entre ellas, mencionó la insólita práctica de que algunos escitas utilizaban la piel de enemigos vencidos en combate para forrar los carcajes donde guardaban sus flechas.