Finalizaba ayer la más viscosa y bronca legislatura de los últimos tiempos, y yo, entre tremendos dolores morales de barriga patria, escuchaba en directo a los líderes de las dos oposiciones mientras transitaban por los agostados senderos de la palabrería, pisoteando lo que ya podríamos llamar los cardos de nuestra esperanza. Menudo jardín, el nuestro. Y sobre todo, menudos jardineros.