Hay una vieja leyenda que, como todas ellas, tiene su poso de realidad, y que dice que algunas tribus aborígenes se negaban a ser fotografiados por los exploradores, cuando se encontraban, porque aquellas máquinas robaban el alma. La verdad es que la idea es bonita y hasta tiene su lógica; porque al ver tu imagen en un papel, “fuera de tu cuerpo”, algo raro ocurre. Y mágico.