El 6 de octubre de 1983, festividad de santa María Francisca de las Cinco Llagas, el presidente de las Cortes, Gregorio Peces Barba, entra en la sala donde está reunida la dirección del Grupo Parlamentario Socialista con una noticia que le quema la boca. Acaban de comunicarle que, quienes voten la vulgarmente llamada ley del aborto, serán inmediatamente excomulgados por el Papa, entonces el polaco Juan Pablo II. No dice su fuente, pero parece haberse creído la amenaza. Está acongojado.