Todo vuelve. Felipe, Guerra e, inesperadamente, también Bono. No el del PSOE, sino otra momia que tampoco termina de desparecer del mapa: el de U2. Sí, esa banda instalada en la mediocridad desde hace no menos de 20 años. Lo acaba de admitir el propio Papa-Bono. Despertamos y el dinosaurio sigue aquí. Pero para, esta vez, admitir lo que cualquiera con dos dedos de frente: que a U2 ya no le late el pulso. Que sus canciones están huecas. Que son un quiero y no puedo. Una banda tributo de sí misma. Un chiste malo, y repetido.