En 1941, el Bismarck, el acorazado más poderoso del momento, inició su primera y última misión de guerra. La travesía empezó con la mejor fortuna: en su primer combate, el 24 de mayo, hizo pedazos al crucero de batalla Hood y obligó a huir al acorazado Prince of Wales. Dos días después, cuando el buque alemán estaba a punto de alcanzar aguas seguras, un vetusto biplano Swordfish le alcanzó con un torpedo en la popa, dejándole sin timones. Incapaz de navegar, el buque aguardó impotente la llegada de sus verdugos.