La realidad del botellón ha de ser tratada con mayor amplitud de miras que la de la superficial prohibición y preguntarse qué carencias ayuda a esconder. Tomar medidas superficiales, como la represión, no puede ser la solución para esta práctica tan extendida. Tenemos que buscar en nuestro sistema político las causas que generan estas deficiencias. Para demasiados jóvenes el botellón es sinónimo de libertad, amigos, alcohol y todo lo demás, y la diversión se mide en horas, en horas sin dormir, como si fuese una competición