Ya me he cagado en Dios, que es lo mismo, creo... ¿no era el mismo dios, más o menos, el de las religiones de librotes gordos y ofensivos contra las mujeres, las minorías y demás? Pero vamos, qué menos que defender un poquito el derecho inalienable a cagarme en seres imaginarios e inexistentes, el derecho a la blasfemia y renegando el oprobio de considerar que el delirio (o creencia) religiosa tiene derechos de protección sobre algo que no los necesitaría siendo realmente eterno, omnipotente, omnisciente y, sobre todo, infinitamente...