Quizás uno de los ejemplos más claros de que la belleza se encuentra en los ojos del espectador sea el mundo de los parásitos. A priori, el nombre sugiere criaturas desagradables, de apariencia alienígena, que se esconden dentro del cuerpo de otros seres vivos robándoles alimentos y provocando graves problemas sanitarios, sobre todo en el Tercer Mundo. En cambio, si se consigue vencer la lógica repulsión que infunden, lograremos penetrar en una desconocida parcela del mundo natural que esconde los seres más aberrantes que podamos imaginar.