Sin mariconadas de telediario. Cuando no es asi, las leyes hechas para proteger a la gente honrada se vuelven contra ella misma. La atan de manos, convirtiendose en escudo de sinverguenzas, depredadores y bestias sin conciencia. Frustran la esperanza de los ofendidos y les hacen lamentar, a veces, verse privados de la posibilidad de satisfacer ellos mismos el ansia legitima de venganza que el Estado timorato, torpe, ineficaz, no resuelve en su nombre.