Durante la Guerra Civil Española, el gobierno republicano aceptó un hecho consumado desde los primeros meses: la aplicación del derecho de asilo diplomático por las embajadas y legaciones representadas en Madrid. Si el hecho fue excepcional, buena muestra de la generosidad diplomática del ministro Augusto Barcia, principalmente, más lo fue la aplicación del asilo consular. Las naciones hispanoamericanas, tradicionalmente partidarias del asilo diplomático, no habían practicado el asilo consular en sus 100 años de existencia independiente.