Lo que inició como un símbolo de humillación, dolor y vergüenza se ha convertido en símbolo de identidad, de orgullo y de arrogancia. Al grado de que en ciertos ambientes, no sólo se imponen grandes cruces de ceniza a media frente de manera que todo mundo las vea, sino que son notables las miradas de reprobación a tu alrededor por no llevar la tuya. ¿Todavía no has ido a la ceniza?