En los últimos años de su vida, el actor grabó cintas hablando solo en las que recordaba toda su vida. Además, tenía su casa llena de micrófonos secretos y grababa a las conversaciones con sus invitados. Las 200 horas de grabaciones han sido ordenadas en 'Listen to me, Marlon' con el consentimiento de la familia. En ella se escucha al actor echarle la culpa a su pene, no a su cerebro, de sus infidelidades, repasar sus problemas familiares -su madre era alcohólica- o sus diferencias con directores famosos, como Coppola, al que menospreciaba.

Del set en la selva de Cairns, Australia, no paraban de llegar noticias extrañas: el director, supuestamente, había terminado una de las jornadas encaramado a un árbol para no hablar con nadie o entrado en pánico cuando un huracán arrasó el set de rodaje, la tensión con Kilmer fue el detonante para que el estudio le cambiase por John Frankenheimer sin haber transcurrido una semana. Los rumores de que Stanley planeaba quemar al plató como represalia llevaron...