En el exterior de la torre Weena, uno de los edificios más altos de la ciudad holandesa de Rotterdam, hay colgado en enorme nido de golondrinas. De vez en cuando, un hombre se asoma y mueve sus brazos como si quisiera volar. Se llama Benjamín Verdonck y lleva allí cuatro días. Por sus gestos parece que quiere llamar la atención de los viandantes, pero lo que hace es imitar el comportamiento de los polluelos de las golondrinas. Abajo en la calle frente al nido, hay un enorme huevo blanco que forma parte de este extraño proyecto artístico.