La televisión pública se ha gastado varias decenas de millones de euros en reforzar la parrilla de programación de La 1, pero la mayoría de sus apuestas han deparado resultados muy mediocres. Sus directivos compran a las productoras audiovisuales costosos espacios que, en muchos casos, se podrían realizar dentro de la casa, donde hay una plantilla de casi 6.500 trabajadores que le cuesta al Estado 380 millones de euros al año.

Decepcionó incluso a las asociaciones feministas, que llevaban una semana con la denuncia en la carpeta de “borradores” del correo electrónico. Es de esperar que Cárdenas reformule el programa y presente algunas novedades, como vocalizar. Telecinco repite como cadena más vista de ayer gracias a La Que Se Avecina. En España ya hay más actores en la serie que fuera de ella. Los vecinos de Mirador de Montepinar volvieron a deleitar a los espectadores con nuevas formas de gritar mucho, y más decorados que tiemblan cuando se cierra una puerta.

La casa real ya sólo despierta interés cuando apuesta por tramas judiciales.

La rata parda, la urbana, la rata común, fue creada por las ciudades con su receta de humedad, calor, comida y espacios subterráneos. Eduardo Inda no es un periodista que de pronto y porque sí se pasa al lado oscuro, sino que es el resultado también de un nuevo ecosistema televisivo en donde el matonismo, la tergiversación y la falta de respeto se seleccionan como características adaptativas de éxito. Al cerdo lo creó el ganadero. A las ratas las crearon las alcantarillas. Y a Eduardo Inda lo hemos creado nosotros: las audiencias.

La Iglesia Pastafari de España, con un centenar de "congregaciones" en el territorio según su propio censo, ha visto como el Registro de Entidades Religiosas del Ministerio de Justicia les negaba por segunda vez la equiparación jurídica al cristianismo, el islam o el judaísmo. Su primer intento fracasó en 2010: el organismo les rechazó por la "falta de fe" inherente al proyecto.