Escena surrealista en un rascacielos chino. Una cascada de agua fluye a lo largo de 107 metros en la fachada de este colosal edificio, llamado Liebien. Se trata de una atracción turística, pero se han alzado voces que acusan a los propietarios del edificio de despilfarrar recursos. La cascada de agua cuesta más de 100 dólares la hora. Pero el promotor dice que solo entra en funcionamiento en ocasiones especiales durante 10 o 20 minutos.

Parece que la gravedad (y la seguridad) no era un problema en los viejos tiempos.

Cuando de arquitectura se trata, la cosa está clara: por más descabellado, gigantesco, extravagante u opulento que sea un proyecto inmobiliario, si hay un lugar en el que puede salir adelante es sin duda en alguna de las grandes ciudades de Oriente Medio. Ejemplos tienen de sobra para corroborarlo.

Cuando los edificios en altura aún no eran lo más común en el paisaje de nuestras ciudades, muchos de ellos fueron rebautizados como Casas del Coño o Edificios del Coño, puesto que la palabra más repetida por turistas y habitantes era “coño, qué alto” y derivados.

Joshua Turner, cuyo trabajo ya hemos reseñado, grabó el mes pasado estás imágenes con un dron FPV en Shanghái sobrevolando de arriba a abajo los rascacielos[...]En las imágenes aparecen el rascacielos más alto de la ciudad, la Torre de Shanghái (632 metros), el Shanghai World Financial Center (492 metros) y el Jin Mao (420 metros). Además aparece la Torre de la Perla Oriental, con sus peculiares «patas» y 468 metros de altura[...]todo está grabado con un Nazgul Evoque V2 de Iflight (unos 600 euros) y una GoPro11 Mini (entre 350 y 450 euros).