Hace unos meses me contaban un chiste espantoso: “-Joder, desde que me he hecho de Opus, lo de la abstinencia sexual lo llevo de pena. El otro día, mi mujer se agachó a coge una caja de huevos y, sin dudarlo, se la endiñé. –Tío, por eso te habrán echado del Opus ¿no? -Del Opus… ¡Y del Pryca!”. De los que estábamos en la mesa fui el único con la suficiente falta de decoro como para echarme las manos al duodeno y, acto seguido, emprender una fulgurante huída al váter.