Y entonces, estallan a cantar. En color y canción, como describía Jacques Demy a Los paraguas de Cherburgo. Como en el sueño lúcido de un dramaturgo, los personajes se desplazan de la realidad y la realidad se suspende y nos la creemos. Magnolia también transcurre en Los Ángeles, pero la ciudad que dirigía Paul Thomas Anderson nos agarraba por el pescuezo y las tripas como agarraba a sus nueve protagonistas y les exprimía hasta que ya no podían resistir más culpa y desamparo y dolor. Y no tenían otra alternativa que estallar a cantar.