Xanadú, el internado abandonado. Hace ya casi tres años que entré en Xanadú por primera vez. Tras atravesar sus muros por una diminuta ventana fui a parar delante de un edificio con una enorme puerta de color azul que cautivó mi alma. Levanté la mirada y la vi: Como si se tratase de un cuento de hadas Xanadú se alzaba ante mí, hermosa, con sus vidrieras resplandecientes, coronada por tres imponentes torreones apuntando a lo más alto, apuntando al cielo. Tras recorrer parte del jardín entré en la iglesia y me sumergí en un profundo sueño.