Tenemos un problema con los spoilers. Desde hace años, tal vez desde Perdidos, parece imposible sobrevivir a una semana entera sin que alguien nos arruine una película, una serie, por encima incluso de las medidas de seguridad de las propias cadenas. Por supuesto, el de los spoilers no es un tema sobre el que debiéramos sentar jurisprudencia o que debiéramos incluir en la carta de los Derechos Humanos, pero sí que invita a un debate moral.