Los cuadros de M.C. Escher nos dejan picuetos con sus perspectivas imposibles y edificios que desafían las leyes de la gravedad y el sentido común: escaleras que suben y bajan inopinadamente, o cataratas en las que no se sabe muy bien hacia dónde fluye el agua. En el tajo hay una legión de albañiles que también admiran la obra de Escher y tratan de replicarla con un palé de ladrillos y dos sacas de cemento.
