El avión al fin aterrizó. Tras cuatro horas interminables, tocamos tierra y todos nos dispusimos a bajar de aquel trasto infernal. Habíamos llegado lejos. Estaba sola en un país no sólo extraño sino fuera de todo. Fuera de la Unión Europea. Fuera de nuestra zona de confort. Estaba sola en Jordania, y tenía que pasar la noche en aquel aeropuerto hasta que mi próximo avión saliese a la mañana siguiente. Maldita noche me esperaba, o eso es lo que yo creía en aquel momento… No habían ocurrido grandes incidentes durante mis recientes estancias en