El bromista contaba con un cómplice o gancho, al que, cuando pasa junto a él y siempre justo delante de otras personas sin la protección facial, comienza a gritarle: "¿Dónde está tu mascarilla, donde está?". A la par, comienza a molerle a palos con la porra, justo delante de las víctimas de la broma, a las que les invade el miedo y corriendo sacan mascarillas de los bolsillos, colocándoselas a toda prisa y como pueden, para evitar el mismo destino que su antecesor.