El sueño de la razón produce monstruos, pero si eres político produce, sobre todo, infraestructuras. Si eres el concejal de una apacible ciudad de provincias, las obras serán tu pasaporte a la posteridad. En Gijón, muchos han intentado hacer una muesca en el universo haciendo y deshaciendo la ciudad: casinos y balnearios con accesos subterráneos a la playa, una avenida monumental derribando el centro, un aeropuerto a un km. de San Lorenzo o el flamante metrotrén, un túnel de 3,5 km por el que no ha pasado nunca un tren, abandonado durante años.

La "autopista del mar" Gijón-Nantes fue inaugurada a bombo y platillo por el ministro José Blanco en 2010, con lanzamiento de globos incluido. La línea de ferries solo estuvo operativa hasta 2014, mientras duró la financiación pública, con subvenciones millonarias para la naviera gala que se retiró cuando el dinero dejó de fluir. Desde entonces, no ha vuelto a funcionar, mientras El Musel se ha convertido en un superpuerto, pero sin tráfico, tras una inversión de más de 800 millones. Hoy buscan su recuperación, pero su rentabilidad es dudosa.

La sede de la formación morada ha aparecido con frases como "España acabará con vosotros, no os quepa duda" y la dirección ya ha denunciado los hechos en la Policía Nacional.

El macropolígono industrial de las afueras de Gijón proclamado hace 15 años como el "eje logístico fundamental del Arco Atlántico", donde se crearían "10.000 puestos de trabajo", hoy es un descampado sin electricidad, sin accesos y sin una sola empresa, con una deuda de 115 millones de euros. La entidad gestora, participada al 100% administraciones públicas, fue rescatada por el Principado y el Ayuntamiento gijonés para evitar su quiebra y pagar a los bancos, transformando paulatinamente la deuda privada en deuda pública hasta la actualidad.