Advierte una milonga argentina: «Muchas veces la esperanza / son ganas de descansar». Es cosa ya demasiadas veces comprobada por mi propia experiencia, pese a que no soy muy aficionado a este último vicio que se resistía a salir de la caja de Pandora. Pero resulta que la desesperación declamatoria -«¡No hay nada que hacer!»- es una muestra de pereza aún peor: no hay desesperado que mientras despotrica ocioso no busque la postura más cómoda para esperar el fin del mundo. Estas fechas de comienzos de año son propicias a forjarse ilusiones de…