No dimos la lata con él mis primas y yo, ¡buf! Ellas lo tuvieron primero, en color azul, y a mí se me antojó. Mi madre me dijo que bueno, que si no era muy caro, lo buscaría... lo encontramos en una tienda de despertadores y radiocassettes y mi madre me dijo que me lo compraría para las notas de verano. Me desplomé, ¡eso era muchísimo tiempo! Sin embargo, sabía que con ella poco había que rascar. Decidí resignarme. Hasta que mi madre habló con mi profesora y esta le dijo que yo iba muy bien, que era la que mejor vocabulario tenía del curso (cómo para no, si me pasaba el día leyendo como un ratón de biblioteca), que se notaba que me animaban a leer y se notaba. Mi madre dijo que eso merecía una recompensa. Yo pensé que, como otras veces, me compraría una cuña de crema o quizás un tebeo. Pero no. Me llevó a la tienda de electrónica y preguntó por mi sueño dorado, ¡el mini piano! Y a que no lo adivináis... ¡lo tenían en color rosa! ¡Rosa! ¡Yo pensaba que sólo existía el azul, y lo tenían en rosa! Me encantó y fui la envidia de mis primas, que dijeron que ellas también lo querían rosa. "Sí, hombre, veinticinco pianitos de esos voy a comprarte", les contestó mi tía. Tenía razón. Como se demostró en el transcurso de los meses siguientes, uno solo ya era demasiado
Nosotros en casa teníamos uno algo mas grande, de casio, curiosamente estaba siempre escondido en lo mas profundo del armario de mis padres, algún día por casualidad lo encontrábamos y tanto mi hermana como yo nos pasabamos unos dias jugando (o apretando teclas) lo raro es que en poco tiempo volvía a desaparecer por unos meses y así continuamente hasta que desapareció definitivamente
Hasta hace no mucho aun conservaba el librito ese de los animalucos con las partituras