Eso fue lo que le sucedió a Andy Forham en 1995. Ya antes de la primera ronda descubrió que la situación le superaba. Se puso «increíblemente nervioso» y decidió que la única manera de combatir aquel nerviosismo era bebiéndose unas cervezas. A fin de cuentas, el moderno juego de dardos nació en los bares; en el mundillo anglosajón dan por hecho que la diana y las pintas de cerveza van prácticamente de la mano. Su éxito y sus logros, llegaron, con los años, acompañados de una ingesta de alcohol constante, que le costó una cirrosis hepática.
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Al igual que hay círculos viciosos hay círculos 'virtuosos' por decirlo de alguna manera. Somos muy cinéticos y nos cuesta salir nuestra habitualidad.
Si dejara de beber, seguramente, por matar el tiempo haría algo de deporte, perdería más tiempo en cocinar y empezaría a ir con otras personas.
El alcohol es una mierda de las más grandes que hay.
Había uno, "El Barbas", que borracho como una cuba y con el humo del cigarro entrándole en los ojos, no fallaba un triple. Otros no, claro, ni sobrios ni ebrios. Yo incluido.