La voluntad general sólo puede crearse en un contexto social en el que circule libremente información veraz. La ciudadanía que vota y participa debe poder conocer con la máxima fidelidad los aciertos y errores de sus gobernantes y de quienes aspiran a serlo. En caso contrario el voto deja de ser libre porque ya no expresa de manera auténtica la voluntad última de quien lo emite. En este punto cobran especial trascendencia los medios de comunicación, como intermediarios entre la realidad y la gente.
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Por otro lado, la garantía de los derechos fundamentales exige la máxima neutralidad de las instituciones comunes que nos sirven de árbitro. Cuando, como está sucediendo, la policía se dedica a perseguir a los jueces por su ideología y a inventar documentos contra determinados partidos políticos es imposible mantener un mínimo de confianza en las instituciones. Esta utilización política de las fuerzas del orden resulta especialmente grave por tratarse de quién tiene nada menos que el monopolio cotidiano del uso de la fuerza.
El funcionamiento partidista de los cuerpos de seguridad supone así una amenaza directa contra millones de ciudadanos que piensan de manera diferente. Sólo podría contrarrestarse con un poder judicial potente e independiente capaz de cumplir su tarea de garante de los derechos y freno del poder.
El tema de la democracia es que es un concepto un poco vacío que cualquiera lo llena como quiere, lo que debería exigirse es transparencia, legalidad y rendición de cuentas