Borja Sémper ha dejado el PP. Hace un año dijo que, si su partido seguía absorto en la deriva populista, él no pintaba nada ahí. Y ha cumplido. Su marcha es otro síntoma de nuestra catástrofe política: una fuga de los cerebros con aptitudes para el diálogo y la crítica interna, que hace tiempo empezó a ser normal en los partidos del lado conservador.
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