De paladín en la lucha contra el coronavirus, la República Checa ha pasado a ser uno de los países más golpeados por la segunda ola de COVID-19 a nivel de la Unión Europea.
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Ahora las circunstancias son justo las opuestas. Ayer 11.102 casos, que en términos de población serían como unos 48.500 en España. En la primera ola su máximo fue de 377 el 27 de marzo. Y además, quizá precisamente por no pasar una primera ola tan mala, la proporción entre muertes y contagios no ha disminuido 10-20 veces como en otros países donde peor lo pasamos en la primera ola, sino que aunque ha bajado, no lo ha hecho: hasta 66 muertes han alcanzado el jueves (en la primera ola el máximo diario fue de 13 (el 9 de abril, dos semanas después del pico de contagios), si exceptuamos un día con 18 por temas de que cuadraron datos). Los contagios se han multiplicado por 30 y las muertes por 5, con lo que el ratio se ha dividido por 6. Pero siendo tan enorme el aumento de contagios están ahora, con diferencia, en lo peor de la pandemia (hasta ahora). Además, las muertes vienen con retraso, y el pico de contagios que tenían hace dos semanas era de 3.796 (el día 2) lo que es la tercera parte de los que están teniendo ahora. Quizá en un par de semanas lleguemos a ver días de 200 muertos en un día, que en términos poblacionales equivaldrían a unos 870 muertos de España, lo que es casi lo mismo que llegamos a tener aquí el peor día de todos (961, 2 de abril).
Frente a estas cosas, uno ya no sabe qué funciona y qué no (salvo los confinamientos severos, que no podemos permitirnos una vez más).
Aún así, cuantos más obstáculos tenga el virus, mejor. Si avanza rápido se colapsará nuestro sistema sanitario.