Entrar en un restaurante con Jaime no es tan sencillo como con Julia. Jaime, por su autismo, hace que tengamos que valorar mucho en qué establecimientos entramos y que vayamos poco. Cuando estamos de vacaciones buscamos con frecuencia planes de alimentación alternativos o que si, en casa, surgen planes con amigos que incluyen restaurantes.
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Es obvio que según a dónde vaya no se tolerará igual que un crio de repente pegue un chillido. Es normal que en terrazas o locales de comida rápida, esas cosas se toleren mejor. Lo malo es que si se van a un ambiente ruidoso, entonces puede saturar al niño como comentan en el artículo, así que tampoco es una opción irse a un sitio en el que haya mucho jaleo.
Además, hay que plantear lo contrario, tu no sabes que enfermedades o molestias tienen quienes están al rededor tuyo.
Muchas veces se dice que unos niños están molestando sólo porque están correteando, como hacen todos los cachorros de mamíferos.
Jamás he visto a un niño meter la mano en el plato de otra mesa o pegar una patada a los comensales de al lado, eso sí serían niños que molestan, y, si los hay, jamás me he topado con ninguno.
El lugar indicado para el correteo de las crias es el parque, no un restaurante. Y si los llevas al restaurante, es a comer, y si no se saben comportar comiendo fuera de casa, pues no se les lleva hasta que aprendan, es lo que tiene ser padre, que tienes el deber y la responsabilidad de educarlos correctamente, lo que implica no poder hacer las mismas cosas que sin hijos, al menos, durante unos cuantos años.