Muchas personas en países como Estados Unidos gastan cada vez más tiempo deambulando, bajo la forma de avatares, por mundos virtuales. Estos avatares, o representaciones gráficas imaginarias de ellos, cambian de apariencia según los deseos de los usuarios, de modo que las mejores cualidades físicas están al alcance de todos. Pero, por desgracia, su conducta en esta vida alternativa parece adolecer de los mismos prejuicios que en la vida real, según se ha comprobado en un estudio de la Universidad del Noroeste.
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