El 8 de septiembre Eleazar G.H., un chico romaní de 30 años con un 75% de discapacidad, acudía con su familia a ver un partido de fútbol entre España y las Islas Feroe en el estadio El Molinón (Gijón), como hace cualquier hijo de vecino.
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etiquetas: prejuicios , gitanos
Nada más que añadir
Vamos unos valientes. Si es que todos los abusones de colegio acaban de vigilantes o de portero de discoteca
Hacer copy&paste con una doctrina política importada de EEUU y sustituir una raza por otra como si los contextos sociales fueran análogos y las minorías fueran intercambiables (como usar a los gitanos en lugar de los negros de EEUU) NO FUNCIONA. A ver si se os mete en la cabeza a los más tontos: las diferentes razas y etnias que vivimos en España desde hace siglos no nos odiamos como se odian a las minorías raciales en las sociedades protestantes; nunca lo hemos hecho, por eso da la impresión de que los argumentos de políticas raciales transportadas directamente a España están cogidos con alfileres, sobretodo cuando te das cuenta de que incluso algunos de los argumentos están mal traducidos.
Joder, si es que para colmo, los gitanos del barrio de la Mina de Barcelona estaban de parte de la Guardia Civil contra los independentistas, compae!
¿El Diario a quien contrata? ¿No les da vergüenza escribir estas chorradas?
Una persona de estas cómo se ponga nerviosa y violenta para pararlo hacen falta unos pocos. Y no digo que no haya que investigarlo, porque quizás quince fue desproporcionado, pero inmovilizar a una persona en esas condiciones es difícil de cojones, da igual que sea negro, blanco o amarillo.
Me he leído el artículo y me pregunto si la periodista que lo escribe (romaní también) se hará eco de las barbaridades sociales que perpetran en centros de salud (con agresiones constantes a profesionales médicos) amenazas, destrozos, etc. sin que ocurra absolutamente nada (no entro ya en el tema tan manido de la venta de droga, porque no hay municipio en España en el que no haya un clan romaní vendiendo droga, como mínimo).
En fin, que una pena lo de este chico pero que los dos adultos que lo acompañaban se miren el ombligo a ver si encuentran su responsabilidad en los hechos.