Oí decir que las mujeres viven la maternidad desde que se quedan embarazadas. Pero que, para asumir la paternidad, los hombres necesitan ver al niño ya nacido. De hecho, algunos no lo aceptan ni aparecen hasta que el chaval gana su primer Roland Garros. Algo hay de cierto.
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No llegar a compartir la vida con tu hijo. Qué sentimiento tan horrible.
Me marcho a dormir, al lado de su cuna como siempre. Hoy no me va a molestar si me despierta cinco veces.
Ser padre (o madre) es complejo y aunque te cuenten otros padres como es la experiencia, te están mintiendo, aunque te digan la verdad, te mienten. Porque solo a través de experimentar de primera mano tu rol como progenitor, llegas a entender la complejidad de emociones que provoca.
Cuando llego la primera, un amigo me reprochaba que estaba ausente y asocial, desaparecido. Yo le contestaba que estaba cuidando un bebé y el me reprochaba que eso no podía ser un trabajo de 24 horas, que tenía derecho a seguir siendo yo y que no dejaba de ser persona. Yo me reía, no, no es un trabajo de 24 horas, es un trabajo de toda una vida.
Pero le mentía diciendole la verdad, hasta que no tuvo él su primer hijo, no entendió lo que le decía con todas sus consecuencias.
Como te miento a ti ahora, contandote la verdad.
Me voy, que por fin el retoñito se ha dormido y me queda aún una vida entera de cuidado por delante.
Lo que pido es tiempo para acompañarle al menos un trecho largo de su camino vital, como espectador y como cómplice.
Por primera vez en mi vida, temo morir.
Me siento obligado a permanecer aquí al menos 25 años más, los que él pueda necesitarme, y en eso no quiero fallarle. Mi hijo no ha de ser lo que yo fui: un adolescente enfadado con el mundo porque se le murió el padre demasiado pronto. Voy a dejar de fumar.
Su hijo mayor tiene 10 años.
Una mierda.
Aunque al menos, sus hijos podrán leer lo que su padre escribió