En el año 1184 se vino abajo el segundo piso de la rectoría de un monasterio de Erfurt, Turingia, debido al peso de la mucha gente que se reunía en él. Era la corte del rey Enrique VI, hijo del emperador Federico Barbarroja, que estaba allí para mediar en una disputa entre nobles. En la caída también atravesaron el primer piso y cayeran a las letrinas del subsuelo, de modo que decenas de ellos acabaron muertos, unos por aplastamiento y otros ahogados en la fosa séptica.
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El caso era el siguiente: a medida que se subía hacia el norte germánico el tamaño de los zurullos crecía de forma notable. Ya en zonas limítrofes con Alemania costaba trabajo creer que aquellas masas fecales tuvieran un único origen intestinal. Más bien, parecían la obra colectiva de un batallón después de haber dado cuenta de sus raciones de rancho.
Resumiendo, con seguridad en Erfurt, hubo mierda y teatro para todos