Existen planteamientos muy celebrados que han sido letales para la enseñanza. Uno de ellos es el que defiende que el alumno es el centro del aprendizaje. El alumno es el beneficiario, no el centro. El núcleo debería ser siempre el conocimiento. Situar al alumno en ese lugar supone otorgarle un excesivo protagonismo en un proceso, el de su formación, en el que el más inexperto es él. Tampoco la diversión puede ser el objetivo de la enseñanza. Para llegar a disfrutar de aprender, hace falta tiempo, madurez y constancia. Ni la comodidad.
|
etiquetas: educación , reloj , cuco
Y hasta ahí he leído.
Los niños nacen con un innato deseo de aprender, cuando aprendes algo (aunque sea poner un enchufe) tu cerebro te recompensa con satisfacción.
Lo poco que le pido a un centro educativo es que mi hijo salga de allí con las mismas ganas de aprender (muchas) que cuando entró.
Las ganas de aprender no duran siempre, pases o no por una educación formal. Es absurdo pensar que un cerebro que está madurando funciona igual seis años después. Te eduquen o no, todos nos especializamos en las tareas que nos resultan más provechosas y perdemos la capacidad de aprender cualquier cosa en muy poco tiempo y de eso no tiene la culpa la educación, sino la irreversible maduración del sistema nervioso.
Pides cosas imposibles desde un punto de vista meramente biológico.
El desarrollo cognitivo también puede ser placentero para los niños y los adultos.
Puede. Y puede que no y no pasa nada. El placer no es el criterio que decide si algo es bueno o no.