Vivimos que nuestros hijos se aburran como "un fracaso personal", tal vez porque nos encontramos en una sociedad obsesionada por hacer y no parar. En esta carrera por lograr el súper-hijo nos cargamos la infancia: el tiempo para jugar y para aburrirse y la adquisición de otras habilidades que también son básicas en la vida. El precursor de la creatividad es el aburrimiento. Rescatar a nuestros hijos del aburrimiento no es bueno, porque no les estamos dando la oportunidad de pensar ellos solitos cómo llenar ese vacío.
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Mira que sería fácil prohibirlo antes de los 16, como está prohibido beber y conducir. Y saltarse un semáforo. Sí, prohibido, esa palabra que no te gusta pero que es necesaria.