ETA, crímenes sin resolver, y una sociedad en descomposición

Ahora que la banda terrorista se ha disuelto, se ha comentado mucho que quedan del orden de trescientos y picos de sus crímenes sin resolver. A primera vista parece un número muy elevado, peor en realidad no lo es tanto: cuando cometían un crimen, y posteriormente eran detenidos, todos ellos reconocían su pertenencia a la banda, y hasta llevaban un arma encima, lo que acarreaba una media de siete años de prisión, pero nadie reconocía haber apretado el gatillo en tal o cual asesinato.

Y es normal.

Es normal, porque aunque hayas cogido a dos tíos después de un tiroteo, no sabes cual de los dos disparó el arma y ellos pueden acogerse al derecho de no decirlo, o de señalar al otro. Y les ampara la presunción de inocencia.

Pues bueno: la presunción de inocencia que reconocemos a los asesinos no se la reconocemos a los acusados de otros delitos, como los sexuales. Un etarra puede acogerse la presunción de inocencia para dejar impune un crimen,pero un tío acusado de violación, o de abusos, no puede hacerlo. Un juez puede (y debe) reconocerle la presunción de inocencia a un criminal, pero si se la reconoce a un acusado de violación o abusos, salen cientos de personas a la calle a insultarlo, publican su foto y desatan una campaña de acoso y derribo contra él en la que hasta un ministro llega a participar.

¿Nos hemos vuelto locos o qué?

Y no me refiero simplemente al punto de vista lógico. No me refiero siquiera al doble rasero, ni al tufo político del asunto. Lo que más me preocupa es el incentivo perverso que se genera con la ventaja que ganarán quienes asesinen a su víctima, en vez de limitarse a abusar de ella.

Yo creo que las que dan voces no lo han pensado. Ni los que las jalean. Ni toda esta sociedad, vencida por el espectáculo más zafio.

Y alguien lo pagará.