(...) La automatización no es la hecatombe del trabajo sino su alteración. Tanto el microtrabajo mal remunerado como el empleo de los datos que los consumidores proporcionan sin remuneración alguna implican una radical transformación del capitalismo que puede ahora prescindir de la figura del salariado y sus inconvenientes. Como si las reglas para proteger el trabajo y los trabajadores fueran un paréntesis histórico, volvemos a la época anterior al salariado, al destajo, al jornalero y la economía del regateo.
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La gente NO QUIERE trabajar; lo que quieren es el dinero que dan por hacerlo (porque con ese dinero compran comida, ropa, ocio, etc.)
Si la sustitución del hombre por la máquina supusiese que se le da a la gente el mismo dinero por trabajar menos, todos encantados... excepto los dueños de la máquina.
Como los dueños de la máquina son los que mandan, lo que se hace es sustituir al hombre por la máquina y no darle nada.
Si un número suficiente de hombres se rebelan (y ÚNICAMENTE SI SE REBELAN), quizá consigan que los dueños de la máquina (para defender su posición) compartan el beneficio de la sustitución.