Si bien es cierto que en el último siglo se han hecho enormes avances científicos, nuestro conocimiento de la naturaleza dista mucho de ser completo. La comunidad científica no solo no ha encontrado el Santo Grial de la física –el que unifica lo muy grande (relatividad general) con lo muy pequeño (mecánica cuántica)–, sino que sigue sin saber de qué está compuesta la inmensa mayoría del universo. La teoría del todo que se está intentando elaborar sigue siendo escurridiza. Y también hay otros rompecabezas que aún están sin resolver, como, por ej
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Un tipo muy sagaz dijo: «Somos la forma en que el Universo se conoce así mismo.»
Y ese razonamiento es también aplicable al cerebro cuando se intenta conocer sus entresijos.
En mi opinión en ambos casos nos topamos con el problema de la autoreferencia y ello implica asumir o no que algo tiene la capacidad de entenderse completamente así mismo. Yo soy optimista al respecto pero reconozco que tampoco estoy seguro al cien por cien.
Me quedo también con las expresiones de incógnitas conocidas e incógnitas desconocidas que es un metanivel de ignorancia.
Un ser humano tiene un límite de conocimiento.
La humanidad juega en otra liga, pues no es un individuo sino un conjunto de sociedades, y dispone de tecnologías, entre ellas la escritura.
Lo que pensó una ameba hace un minuto, no existe para otra ameba.
Lo que pensó aristoteles hace miles de años, existe para ti y para la humanidad.
La evidencia parece señalar que el avance en materia de conocimiento no se detiene. Es más, se acelera al ritmo que se acelera nuestra capacidad de observar y procesar información.
Nadie puede demostrar que no llegue a suceder algún día, pero hoy por hoy estamos muy lejos de llegar al límite del conocimiento.
Si los limites de la transhumanidad son superiored a los límites de lo conocible y relevante, sería como no tener límites.